Ensayo

🪗 Disertaciones sobre la identidad musical latinoamericana

Autor: Daniel Vega

Foto: Diana Carmona @dianapcarmona

¿Que tenemos de indígenas, afros y europeos?, ¿nos legaron estos pueblos su cultura?, ¿es necesario desglosar la herencia cultural de cada uno de ellos para entender nuestra identidad? ¿Cuáles son las particularidades de nuestra cultura?, es decir, ¿qué somos y cuál es nuestro origen? Son estas algunas preguntas con las pensamos la identidad, ya sea para negar, reconocer o aceptar eso que “somos”. Esta reflexión sobre la identidad parece estar especialmente arraigada en Latinoamérica, quizás, porque aún estamos resolviendo temas de la Colonia.

La tarea de medir, clasificar y diferenciar en términos formales los elementos culturales de nuestra herencia mestiza suele ser poco práctica en los términos a veces propuestos por las ciencias sociales o las humanidades; ya que ella implica, entre otras, tener que determinar dónde empieza o dónde termina algo casi de manera “aritmética”, sin embargo, ella deja vislumbrar[1] características de los pueblos “fundadores” que han dado origen a nuestra cultura híbrida. Si bien, medir o clasificar con unos límites determinados es una utopía, esto no imposibilita el reconocimiento de la cohesión esos legados culturales para entender nuestra identidad.

Ahora bien, la pregunta por la identidad desde lo colectivo y lo individual es universal[2], entendiendo como universal aquello “que por su naturaleza es apto para ser predicado de muchos” (RAE, s.f.); es decir, es una pregunta filosófica, independiente de la nación, el país o el Estado. Sin embargo, tiene especial notoriedad en Latinoamérica debido ‒entre otras razones– a que somos una cultura que desde las campañas independentistas ‒cerca de 200 años‒, empezamos a enunciar nuestra historia y a renunciar a ser pensados-interpretados por terceros.

Estas discusiones sobre la identidad latinoamericana se extienden a las prácticas artísticas y, específicamente, a la práctica musical que aquí nos compete. Dichas discusiones se evidencian en preguntas como: ¿cuál es nuestra música?, ¿es la europea, la afro o la indígena?, ¿hay en nuestra música otras influencias aparte de estas?, ¿qué elementos son indígenas, afro o europeos?, ¿qué música debería hacer para identificarme como músico latinoamericano?, ¿la respuesta son las músicas tradicionales y/o populares[3] latinoamericanas? Desde mi auto-etnografía podría identificar una tendencia a encontrar la respuesta en las músicas tradicionales y/o populares, y si bien es parte del proceso de identificación, no es la totalidad de la respuesta; por ende, caer en el dogmatismo de que estas son la única vía hacia el latinoamericanismo musical implicaría negar otras herencias musicales como la europea, ya que las músicas tradicionales y/o populares se enmarca, grosso modo, entre lo indígena y lo afro.

En mi práctica musical como pianista me encuentro con preguntas como: ¿interpretar la música “culta” europea hace parte de nuestra cultura musical? Esta pregunta suele ser un punto de conflicto entre qué somos y qué no somos musicalmente, y podemos vislumbrar en ella la tendencia a negar la herencia europea; sin embargo, ¿por qué desconocer el legado europeo producto del proceso de aculturación dado en América Latina?, posiblemente por el resentimiento que dejó el proceso de colonización.

Para dar respuesta a la pregunta inicial del anterior párrafo, abordaré la idea de la hegemonía europea ‒comprendida desde los inicios del Imperio romano hasta el siglo XX–, la cual legó y universalizó su cultura a gran parte del mundo, incluyendo América Latina. Jorge Luis Acanda explica respecto a la clase dominante lo siguiente:

(…) la clase dominante es hegemónica debido a su control de la producción cultural (…) es por eso que la emancipación político-económica de las clases subalternas es imposible sin su emancipación cultural. Emancipación que es también liberación de su sujeción a la cultura popular, a la cultura que ha creado bajo la hegemonía burguesa (2002, pág. 294).

Durante el periodo hegemónico europeo, los diferentes pueblos que hacían parte del Imperio romano se sometieron a un proceso de aculturación e hibridación entre ellos, que dio origen a una cultura imperante, que luego, a finales del siglo XV, se expandió hacia América Latina. Allí, las grandes instituciones como la Iglesia –encargada también de la educación‒ y el Estado fueron los medios de control por los cuales se transmitieron las concepciones filosóficas, artísticas, religiosas y políticas del Imperio. En el periodo de expansión hacia América se dieron procesos de aculturación[4] y transculturación[5] –mayormente de aculturación para el caso de América Latina–, los cuales se hibridaron con elementos y concepciones propias de esos lugares por la naturaleza misma de este tipo de procesos.

Ahora bien, evidenciado el legado filosófico, artístico, religioso y político europeo –sin hacer juicios de valor de ello– emergen preguntas más específicas como: ¿heredamos la idea de lo “bello”?, ¿los indígenas precolombinos y los esclavos africanos llegados en la época de la Conquista[6] concebían lo “bello” a la manera de los europeos? Al respecto de dicho legado dice William Ospina:

Es innegable nuestra pertenencia al orden mental europeo. Un país cuya lengua es hija del latín y del griego; que ha profesado por siglos una religión de origen hebreo, griego y romano; que se ha propuesto el modelo democrático debido a la Revolución Francesa y que se reclama defensor de la Declaración de los Derechos del Hombre; una sociedad que se ha formado instituciones siguiendo el modelo liberal europeo, no puede pretender encontrar soluciones ignorando esa tradición. (1999, pág. 55).

En ese orden de ideas, ¿heredamos su constructo artístico?, ¿la música de Bach, Beethoven, Chopin…?, ¿por qué, entonces, interpretamos con tanta continuidad, ahínco, persistencia… a los compositores europeos en Latinoamérica?

Quizás, la manera de reconciliarnos con la aculturación llevada a cabo por los europeos en América Latina sea reconocer ese legado filosófico, artístico, musical… como una herencia con la cual nos podemos re-crear, re-inventar y re-descubrir; o como la expansión de un pensamiento que se universalizó a través de intercambios culturales propios en los procesos humanos.

Ahora, reflexionando sobre otros planteamientos alrededor de la construcción de identidad, nos encontramos con la categoría de músicas tradicionales y/o populares latinoamericanas, la cual nos orienta hacia los orígenes indígenas y afros, y hace que, al menos desde lo musical[7], nos reconozcamos con mayor claridad. En mi quehacer pianístico encuentro preguntas como: ¿qué obras latinoamericanas tienes en tu repertorio?, ¿interpretas repertorio colombiano?, preguntas que casi siempre van direccionadas a las músicas tradicionales y/o populares. Indudablemente, las músicas tradicionales y/o populares latinoamericanas tienen un “sello” de gran autenticidad que nos permite diferenciarnos, al cual recurro cuando me piden interpretar o componer una obra latinoamericana. Sin embargo, algunas de mis obras que tienen influencia de las músicas tradicionales y/o populares latinoamericanas, paradójicamente, no suelen ser categorizadas como tal, sino más bien como música académica, términos que no generan el mismo nivel de “apropiación” por parte del público y de muchos músicos en relación a la categoría de música latinoamericana. Entonces, ¿por qué no hay el mismo nivel de apropiación de la música académica latinoamericana como de las músicas tradicionales y/o populares latinoamericanas?, ¿por qué asociamos más la música latinoamericana con las músicas tradicionales y/o populares?, ¿será porque vinculamos la música académica a la música europea?…

John Blacking propone pensar que no hay “(…) utilidad alguna en distinguir entre los términos como música ‹‹popular›› y música ‹‹culta››, excepto en calidad de etiquetas comerciales” (2006, pág. 24). ¿Será que esta no diferenciación es el camino para cohesionar nuestros orígenes musicales europeos, indígenas y afros? “Los vendas me enseñaron que la música nunca puede entenderse como una cosa en sí misma, y que toda música es música popular, en la medida en que, sin asociaciones entre las personas, no se puede transmitir ni dotar de sentido” (Blacking, 2006, pág. 25). Tal vez, cuando empecemos a ver música como un fenómeno social, entonces podamos aceptar y reconocer nuestra cultura híbrida: “La música es un fenómeno cultural, no es un fenómeno musical. La música, toda la música, es extra-musical” (Hudde, 2015, pág. 40). Ahora bien, si existen las apropiaciones culturales, ¿podemos aislar las expresiones musicales de la cultura?; yo, como parte de la cultura latinoamericana, ¿puedo aislar mi cultura de mi quehacer musical?

Creo que la construcción de una identidad latinoamericana debe estar mediada más que por muchas respuestas, por muchas preguntas; más aún, cuando somos una cultura mestiza de tres continentes (Europa, África y América) tan distantes en sus orígenes y costumbres, cuya delimitación en nosotros mismos resulta una tarea utópica. Por muy contradictorio que resulte el hecho de reconocernos como una unidad híbrida llena de elementos discordantes y antagónicos, es esa pluralidad lo que hace de América Latina un mundo fascinante.

En consecuencia, la búsqueda identitaria debería proponerse como una tarea de reflexión, sin dogmas ni prejuicios, una aspiración más que una finalidad.

Daniel Vega Grisales

Medellín, agosto 28 de 2017.

Referencias

Acanda, J. L. (2002). Sociedad civil y hegemonía. Habana: Centro de investigación y desarrollo de la cultura cubana “Juan Marinello”.

Agostini, F., Collodo, S. O., Seneca, F., & Briguglio, L. (s.f.). La vida y los hombres en el occidente europeo. En A. Mondadori, Historia universal (Vol. 2, págs. 158-163). Barcelona: Ediciones Grijalbo.

Agostini, F., Collodo, S. O., Seneca, F., & Briguglio, L. (s.f.). Las invasiones germánicas. En A. Mondadori, Historia universal (Vol. 2, págs. 144-149). Barcelona: Ediciones Grijalbo.

Blacking, J. (2006). ¿Hay música en el hombre? Madrid: Alianza.

Freud , S. (1976). El malestar en la cultura. En S. Freud, Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.

Frith, S. (2001). Hacia una estética de la música popular. En Las culturas musicales. Lecturas en etnomusicología. (págs. 413-435). Madrid: Trotta.

Hudde, H. (Spring/Summer de 2015). Rupturas con las tradiciones musicales de la modernidad a través del mestizaje y lo real maravilloso: una conversación con el compositor Paul Desenne. Latin American Music Review(1), 40-68. doi:10.7560/LAMR36102

Ospina, W. (1999). ¿Dónde está la franja amarilla? Santa Fe de Bogotá: Norma.

RAE. (s.f.). Diccionario de la lengua española. Obtenido de http://dle.rae.es/?id=aDbG8m4

RAE. (s.f.). Diccionario de la lengua española. Obtenido de http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc


[1]  Vislumbrar es ver los límites entre una cosa y otra de manera tenue o “confusa”, que en este caso serían los límites entre lo europeo, lo afro y lo indígena. Además, se entiende como aquello que se conoce de manera “imperfecta” o que se puede inferir con ciertos indicios (RAE, s.f.).

[2] Universal como aproximación a una totalidad y no como un valor absoluto.

[3] Definir estos términos estableciendo sus fronteras, a la vez que delimitarlos en relación con otros términos colindantes, como es el caso de folklor y masivo, impone al artista un reto, ya que se interrelacionan, transforman, coexisten y difuminan entre ellos tan pronto se quiere aislarlos; sin embargo, es pertinente citar algunos principios que nos brindan una caracterización.

Apelando a la definición de la palabra tradición: “Transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación” (RAE, s.f.), podría decirse que las músicas tradicionales serán todas aquellas que se transmitan de generación en generación, lo que conlleva una permanecía en el tiempo; pero no por ello serán inmunes a las transformaciones que este implica, también podrían pensarse como “adaptaciones”, las cuales son garantes de su continuación de generación en generación.

El concepto de música popular se relaciona con los impactos de la música sobre las masas y con los modos como se construye, a partir de ellos, la idea de identidad, creando una serie de paradigmas que en determinados momentos pueden definir una sociedad o cultura; dice Frith al respecto: “En al menos los últimos cincuenta años, la música popular ha constituido una vía fundamental para aprender a entendernos como sujetos históricos, con identidad étnica, de clase y de género” (2001, pág. 11).

[4] Este término aún no se ha estandarizado y los antropólogos difieren en su definición, pero nos podemos aproximar a él como el proceso por el cual a un grupo humano se le imponen o incorporan elementos culturales de otro grupo. (RAE, s.f.)

[5] Este término presenta la misma ambigüedad que en el caso del término aculturación, pues admite diferentes interpretaciones. Sin embargo, aquí lo abordo como el proceso por el cual un grupo humano traslada su cultura al territorio de otro grupo, y que en “principio” no impone su cultura. No obstante, hay una recepción de formas culturales que sustituyen de un modo más o menos completo a las del grupo ocupado. (RAE, s.f.)

[6] Ciertas tendencias se plantean “depurar” nuestra identidad desligándose de la cultura europea con base en que esta no es autóctona, en dicha lógica, sería necesario desligarse de la cultura africana también.

[7] Me refiero que al menos desde lo musical, porque desde otros puntos de reflexión social, no existe el mismo nivel de apropiación de lo indígena y lo afro. Si lo pensamos desde los niveles socioeconómicos –bajo, medio y alto‒, cada uno de ellos busca afinidad identitaria con culturas que no son latinoamericanas, quizás como parte de la negación de nuestra identidad. Dice William Ospina de manera jocosa pero asertiva lo siguiente: “(…) que en Colombia los ricos quieren ser ingleses, los intelectuales quieren ser franceses, la clase media quiere ser norteamericana y los pobres quieren ser mexicanos” (1999, pág. 56).

11 Comentarios

  • Tomas Giraldo Jaramillo

    Ante tantas incertidumbres que rodean esta búsqueda de identidad latinoamericana se debe mantener la receptividad y, de cierta manera, la humildad colectiva para ver todas las influencias culturales que nos han perneado como aportes significativos a lo que somos ahora. También apartarse, por ejemplo, del resentimiento mencionado en el artículo hacía la cultura europea por la colonización para admitir y contemplar los rasgos que dejaron inmersos en nosotros y que han sido vitales para el desarrollo del aire latinoamericano. Somos una mezcla de muchas culturas, tanto limitarlo a una como limitarlo a tres, así sean las predominantes, sería algo irresponsable, ya que ni la misma cultura europea es completamente auténtica, ya que tiene a la vez, influencias de otras culturas como la árabe, que por cierto tiene una contribución importante en nuestro continente. Entonces no somos tres, sino muchas más culturas quizás sintetizadas en el territorio latinoamericano. Un buen desarrollo identitario podría entonces crear a través de la convergencia positiva de las herencias de todas las culturas en lugar de crear conflictos entre ellas.

  • andres felipe berrio

    La identidad es un concepto que se aleja de cualquier definición clara y precisa. El asunto se vuelve aún más complejo cuando la música y las artes en general, se utilizan como mecanismo de reconstrucción o representación de identidad de un grupo particular de personas. Teniendo en cuenta lo anterior, diré que america latina goza de un sincretismo cultural que así cómo puede ayudar a dilucidar algunas cuestiones, también ayudaría a discurrir en otras. Cuestiones como ¿cuál es nuestra musica, su origen y tendencia predominante? son comúnmente sacadas a flote sin llegar a una respuesta clara. Sin embargo, al hablar de musica latinoamericana, lo primero que viene a la mente es la musica popular y/o tradicional que tiene un origen más indigena y afro, negando a su vez la influencia europea; sin embargo, la música al tener la facultad de trasgredir limites y etiquetas, puede facilmente sintetizar y unificar diversos estilos que, según la proporción de recursos que se usen de un estilo o de otro, creara así una estetica musical única.

  • Andrés Felipe colorado bedoyas

    Podemos comenzar por reconocer que desde nuestra colonización se empezaron a gestar cambios importantes. más allá de implicaciones que esto podría tener Comprender la herencia cultural de Latinoamérica es esencial para entender cómo se formó la identidad de la región y cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo. Esta comprensión nos permite apreciar y valorar la diversidad cultural de Latinoamérica y nos ayuda a entender las raíces de nuestra propia identidad como latinoamericanos.

    Además, al entender nuestra herencia cultural, podemos identificar los valores, creencias y prácticas que han sido transmitidos de generación en generación, lo que nos ayuda a comprender mejor nuestra forma de vida y nuestras relaciones con los demás sin desconocer desde un punto de vista objetivo que las transformaciones que van surgiendo son manifestaciones propias de nuestra cultura queriendo decir con esto que de alguna forma se reacomoden a un contexto y de esa misma manera no se pierda su valor y más que eso se pocisione de tal forma que diga aportando al reconocimiento mismo de nuestras propias raíces y costumbres .

  • Daniel Julián Arteaga Meneses

    Conocer nuestra identidad es una ardua tarea, pero importante deber para observar las raíces que nos hacen una propia cultura; cultura que carga las costumbres y estructuras sociales que nuestros antepasados trajeron a estas tierras, a estas islas lejanas. Si miramos dentro de lo cotidiano: de Europa tenemos la separación por clases socioeconómicas y políticas, las creencias religiosas (propiamente el cristianismo); de los indígenas tenemos la medicina natural, y porque no, nuestros abuelos que cuando estamos enfermos, ya saben qué bebida de alguna planta nos hará sentir mejor. Incluso hasta hoy, el consumo de plantas de forma recreativa, medicinal o espiritual lo seguimos haciendo. Tenemos hasta nuestros días los conocimientos astronómicos y astrológicos traídos desde esa cultura. De lo africano, tenemos esa conexión con los animales y la selva (cosa que también se comparte con lo indígena), el instinto de sobrevivir y encontrar herramientas útiles para ser posible la misma. Somos en sí una cultura rica. Sí, rica en el sentido que somos una mixtura de culturas entre los que estaban aquí (indígenas), los que vinieron en conquista (europeos) y por quienes fueron esclavizados para ser sus “aprendices” y sirvientes de una forma comercializada (africanos). De ahí, tenemos una identidad que a lo largo del tiempo se construyó. Esto, lo vemos más claramente en la música en dónde nuestras composiciones traen patrones rítmicos de la música africana, incluso los lamentos entre nuestras culturas negras; mixtura que en nuestra música andina encontramos no solo propiamente con elementos básicos de la música (ritmo y melodía), también vemos instrumentos de viento que nacen desde las culturas indígenas. De igual forma, las estructuras de nuestras composiciones (en su gran mayoría) conservan las mismas que vienen desde la música europea. Conocer la identidad nos permite ver de qué fuimos hechos, cómo impactó esto a nuestros antepasados y como se reflejará la misma en las generaciones futuras.

  • Daniel Alejandro Valencia Gil

    Sin duda alguna, este tema de interes no es una discusión de pocos años, incluso, puede decirse que gracias a esto muchos pueblos latinoamericanos han tenido conflictos solo por buscar una única respuesta a la pregunta por su la identidad.

    Es un hecho y concuerdo con el artículo, que somos una cultura híbrida que viene de lo europeo, lo indígena y lo afro y es algo que se ve en Colombia de manera muy significativa a lo largo y ancho del territorio. Es indudable que luego de los procesos europeos de conquista y colonia en América se haya llevado a cabo esta gran hibridación y que a partir de esto, sobre todo luego de los procesos independistas, la busqueda por una busqueda de la identidad sonara de manera estruendosa, pero, ¿por qué no se acepta ese caracter híbrido de la sociedad latinoamericana? Simplemete por un asunto de rencor y odio hacia lo europeo. Esto puede ser una gran obviedad, porque los procesos de blanqueamiento, sobretodo por parte de los españoles, fueron muy violentos, sin dejar de lado los saqueos de minerales preciosos y la esclavitud que estos paises conquistadores imposieron en América; incluso, hoy en día ese rencor se sigue viendo, México le exige a España que pida perdón por los actos viles que cometieron durante la conquista y la colonia, pero, eso no va a cambiar el curso de la historia.

    Creo que como Colombianos, como Latinoamericanos, debemos saber lo que pasó en este pedazo de tierra, saber quienes eran los que estaban antes y después de los conquistadores para así comprender que ahora somos lo que somos gracias a todos esos sucesos históricos.

    • Mariana Escobar

      En Latinoamérica, somos el resultado de la mezcla de diversas culturas indígenas, africanas y europeas. Cada uno de estos pueblos ha dejado una huella importante en nuestra cultura y patrimonio. Es necesario destacar que la riqueza cultural que poseemos hoy en día es fruto de la contribución de estas diferentes culturas. Por lo tanto, la fusión de estas influencias culturales nos ha permitido crear una práctica musical única y auténtica que refleja nuestra identidad como pueblo latinoamericano. Es importante respetar y valorar estas influencias culturales, ya que nos permiten conectarnos con nuestro patrimonio y con nuestras raíces culturales. No es necesario separar o desglosar estas influencias, ya que la riqueza musical que poseemos hoy en día es producto de la combinación de estas diferentes culturas. Debemos esforzarnos por preservar y honrar esta herencia musical, y así permitir que las futuras generaciones puedan seguir disfrutando de nuestra música y nuestras raíces culturales. En resumen, la práctica musical en Latinoamérica es un reflejo de las culturas indígenas, afrodescendientes y europeas que han contribuido a nuestra identidad musical. Debemos valorar y celebrar estas influencias culturales en nuestra práctica musical y respetarlas como parte integral de nuestra herencia musical.

  • Daniel Alejandro Valencia Gil

    Sin duda alguna, este tema de interes no es una discusión de pocos años, incluso, puede decirse que gracias a esto muchos pueblos latinoamericanos han tenido conflictos solo por buscar una única respuesta a la pregunta por su la identidad.

    Es un hecho y concuerdo con el artículo, que somos una cultura híbrida que viene de lo europeo, lo indígena y lo afro y es algo que se ve en Colombia de manera muy significativa a lo largo y ancho del territorio. Es indudable que luego de los procesos europeos de conquista y colonia en América se haya llevado a cabo esta gran hibridación y que a partir de esto, sobre todo luego de los procesos independistas, la busqueda por una busqueda de la identidad sonara de manera estruendosa, pero, ¿por qué no se acepta ese caracter híbrido de la sociedad latinoamericana? Simplemete por un asunto de rencor y odio hacia lo europeo. Esto puede ser una gran obviedad, porque los procesos de blanqueamiento, sobretodo por parte de los españoles, fueron muy violentos, sin dejar de lado los saqueos de minerales preciosos y la esclavitud que estos paises conquistadores imposieron en América; incluso, hoy en día ese rencor se sigue viendo, México le exige a España que pida perdón por los actos viles que cometieron durante la conquista y la colonia, pero, eso no va a cambiar el curso de la historia.

    Creo que como Colombianos, como Latinoamericanos, debemos saber lo que pasó en este pedazo de tierra, saber quienes eran los que estaban antes y después de los conquistadores para así comprender que ahora somos lo que somos gracias a todos esos sucesos históricos.

  • José Carlos Pájaro González

    En esa incesante busqueda de identidad latinoamericana erroneamente recurrimos al concepto de pureza, como si el origen viniese de un solo camino, sin embargo, al tener rasgos tan visibles de los indigenas, afros y europeos es inegable esa convivencia dentro de nuestra cosmovisión del mundo. Ahora, lo realmente maravilloso es como a lo largo de la historia sigilosamente se ha transformado y homogeneizado en un solo concepto “latinamericanos”, bajo esta misma idea es necesario identificar que cualidades siguen vigente en nuestro contexto social.

    Por otra parte, la música latinoamericana se ve afectada por toda estas transformaciones culturales y como plantea el texto se suele ligar música academica a europa, aunque es una afirmación con muchos matices, por la razon, que su desarrollo se hizo gran parte en el antiguo continente, la pregunta seria ¿las tendencias, ideas, o avances musicales (trabajo de formas, tecnica) tiene limite territorial? o ¿simplentemente no logramos ver mas allá de las formas (originarias de europa) que nos proponen las músicas latinoamericanas? ¿tiene características ya prescritas la música latinoamericana?, en el textos nos platean las músicas tradicionales y/o populares como parte de la solución a esta busqueda de identidad pero volvemos a ese concepto de pureza, tendriamos que negar y limitar caracteristicas observables en nuestra música. personalmente estas pregunta de identidad me hicieron reflexionar y ver mi cultura desde una perspectiva diferente dandole valor a la riqueza cultural que poseemos quitando de lado la divergencias que desafortunadamente nos han alejado como cultura.

  • Juliana Pretelt Usuga

    Aunque nuestra música sea fruto de una hibridación triétnica (África, Europa y América) es innegable que la herencia indígena y negra marca otro precedente frente a otras músicas. Esta raíz nos cobija frente a una panorámica en específico, con una historia propia que no está detrás de la hegemonía europea. Es por esto que aún es necesario separar y profundizar sobre los saberes que dejan estas dos vertientes culturales; además es evidente que la academia y la sociedad en general sigue aislando estas matrices de sus fuentes de estudio.

    Obviar los sistemas de reproducción de conocimientos que se generan desde la cultura afro, por ejemplo, es desconocer que ese legado enmarca una serie de características musicales y socioculturales en particular. En Colombia habitan grandes familias culturales que se han encargado de conservar estas lógicas musicales por medio de la oralidad y cada vez tienen más fuerza como símbolo identitario de la nación.

  • Miguel Londoño

    Hemos tratado en anteriores sesiones de clase la importancia de esclarecer el término de una estética y en escencia a qué se refiere, consecuente a estas reflexiones se llegó a la conclusión de que no hay una estética pura, sino que cada estética surge de una convergencia entre varias ideas que se retroalimentan forjando un proceso de construcción lo suficientemente sólido como para dejar como resultado una nueva idea, tan convincente y novedosa que da la impresión de que es una estética pura. Creo que este proceso observable en la mutación y surgimiento de nuevas estéticas puede aplicarse de la misma manera (o al menos de forma muy similar) a la cultura, no habiendo así ninguna cultura pura incluso si volteamos la cabeza a las conductas primitivas, el ser humano no apareció de la nada con todas sus costumbres, instintos y comportamientos, tal y como expresó el filósofo griego Perménides: “ex nihilo nihil fit” (nada surge de la nada).

    Teniendo en cuenta esta propuesta, se puede concebir que cada cultura conocida y por conocer, es un hibridaje de varias “culturas” que han logrado consolidarse en una idea fuerte y consistente. De esta manera, si cada cultura es un hibridaje, ninguna lo es en un efecto práctico, ya que el mismo término de cultura implicaría el reconocimiento de esta propiedad de hibridaje. Es debido a esta idea que desde mi punto de vista, la problemática de la identidad de la cultura latinoamericana en que no se ha podido llegar a esta consistencia, a esta solidez a la que llega una cultura para tener un sentido de apropiación y fácil reconocimiento que posteriormente llamaremos identidad, esto podría ser a causa de que aún es una cultura que no ha tenido la oportunidad (o el tiempo, a comparación del tiempo que han tenido otras culturas para desarrollarse) de trabajar en pro de una búsqueda de identidad como unidad, problemática que no atribuiría especialmente a la cultura latinoamericana.

    Creo que el mismo tiempo (con nuestro aporte claro está) será el encargado de que esta consolidez surga como ha surgido en las otras culturas, y llegará ese momento en que podamos entender mejor nuestra cultura y entonces, apropiarnos de ella.

  • Laura López Guarín

    Tratar de dar una definición exacta a la identidad de la música latinoamericana es sin lugar a duda divagar, este es un discurso que debe ser ajustado a un contexto socio-cultural y geográfico, y que de no ser así, carece de mucho sentido. América latina es un territorio muy amplio, su geografía, su relieve y sus diferentes riquezas naturales han hecho que cada región adopte diferentes costumbres, y que a su vez, la música se desarrolle de diversas y diferentes maneras. De este mismo modo, al ser un territorio tan heterogéneo, construir una identidad colectiva es inmensamente difícil. Personalmente, pienso que esta era posmoderna es una oportunidad para salir de la dualidad del pensamiento de las cosas en blanco y negro, de esa necesidad de encasillar o enmarcar las cosas en algún sitio para facilitar su comprensión; realmente considero inútil un esfuerzo por tratar de unir en un mismo concepto una cantidad de cosas tan hermosas y diferentes que deben ser apreciadas en su individualidad.

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