La interpretación es la gran oportunidad de expresar mi propia voz por medio de la pluma de otros creadores, descubriendo en cada obra el contenido emocional que le subyace e intentando resguardar la intencionalidad del compositor. Cuando le sumamos a la música la responsabilidad histórica asociada a las estéticas, estilos y personalidades de los compositores, nos encontramos, sin duda, ante un mundo especulativo –que más que limitaciones ofrece posibilidades– donde el intérprete expone su conocimiento, imaginación y originalidad.  Todo ello se enriquece con el vínculo entre el intérprete y su auditorio, toda vez que aquel logra, de manera genuina, conmover con su performance.